NOVIEMBRE TRISTE

Noviembre, treinta días llenos de grises y de melancolía.

Una hoja en el calendario cuyo protagonismo se ve eclipsado por los acontecimientos que se han vivido o los que vendrán.

Empieza dejando atrás a Octubre, un mes repleto de luces resacosas del verano y donde las estampas otoñales de los árboles caducos que poco a poco van perdiendo sus hojas, nos animan a seguir disfrutando de los rayos de sol y la alegría que el veranillo de San Miguel nos regala. 

El cambio obligado de hora a final del mes de Octubre nos devuelve a la realidad en la que la noche le gana al día.

Y así llega Noviembre, peregrinando a los cementerios para visitar a nuestros difuntos. Nos acompaña el frío, las estufas, la lluvia, las gripes, y la ganas de que pase con la misma rapidez con la que ha venido.

Porque cuando se caiga la hoja número once del calendario nos espera Diciembre, y con él, la alegría, fiestas y puentes. Las calles se engalanan con los alumbrados navideños que nos devuelven el ánimo y la ilusión. El espíritu de la Navidad nos embarga y nos empuja a salir, a comprar regalos, a celebrar una comida tras otra con amigos, compañeros de trabajo y familiares.

Pero Noviembre y su tristeza tiene su encanto. Un poco de sosiego entre el verano y el invierno no viene mal para calmarnos y serenarnos, recargar pilas y empezar de nuevo. Porque se acerca un nuevo año, en el que depositamos todas nuestras esperanzas y anhelos.

Además, Noviembre me trajo la dicha de ser madre y siempre le estaré agradecida. 

Así es noviembre para mí y así lo siento.